domingo, 10 de abril de 2022

GESTIÓN EMOCIONAL

 Buenos días a todos lectores de momentoeco, una semana más encantada de poder estar aquí con un nuevo post en este soleado Domingo de Ramos.

 Hoy os traigo una entrada con una temática bastante importante para que cultivéis relaciones en vuestra vida familiar, laboral, social y de pareja, de calidad. Hablaremos de intolerancia, de empatía y de si es mejor tener la razón o estar en paz.

 

Intolerancia

Antes de comenzar, es de vital importancia que reconozcáis en vosotros aquellas actitudes de los demás que te hacen ser intolerante a ellas y que te llevarían a un posible conflicto con esa persona. Presupongo que la mayoría de lectores de momentoeco tenéis un trabajo personal de autoconocimiento amplio y que esto es algo que conocéis y que no pasáis por alto por lo que será más fácil ponerse en situación.  

Para aquellos que no sea así, hablo de situaciones mundanas que te llevarían a entrar en conflicto con una persona y que pueden ser: desde cuando alguien hace ese comentario en alusión a tu peso hasta cuando intentas mantener una conversación importante con una persona que no para de estar ocupada en otra cosa. Evidentemente, hay situaciones mucho más importantes y/o graves, éstas son sólo un ejemplo, pero cada cual que piense en las suyas, en las que no tolera o en las que vive más a menudo para ponerse en contexto.

Saber esto te permitirá descubrir partes de ti mismo que igual no conoces, sabrás cómo te afecta el roce con otras personas y qué aspectos son los que más te sacan de tus casillas, no sólo para conocer tu nivel de intolerancia sino para aprender a desarrollar un nivel de autocontrol y empatía que te hará enfrentarte a las peculiaridades de los demás sin sobresaltos emocionales, con paz y tranquilidad y sin que el aura de los demás te embeba.

 

Estar en paz o tener la razón

A veces nos olvidamos de cuál es el fin último de discutir, de debatir y a consecuencia de ello pagamos un precio demasiado alto que es nuestra paz y por ende nuestro bienestar. De ahí la frase… “es mejor estar en paz que tener la razón”.

La mayoría de veces en que nos vemos inmersos en una discusión olvidamos o incluso confundimos el por qué llevamos esa discusión a cabo. Es importante que ganar al otro no sea nuestra principal motivación, argumentar y contraargumentar y que el auténtico perdedor sea el aprendizaje que de ello se puede obtener.

La razón o mejor dicho “tener la razón” parece ser el fin último, culpar al otro de aquello que no toleramos, de aquello que nos irrita y nos provoca interpretaciones susceptibles de nuestra propia subjetividad, y perdemos discrepar desde el enriquecimiento, con escucha activa, asertividad, empatía y con el fin de construir y no de destruir.

Por tanto, para que construyáis relaciones de calidad os animo a tratar de analizar qué intención real tenemos a la hora de comenzar una discusión  o resolver una discrepancia y si ésta es una intención sana, de enriquecimiento y aprendizaje, conocer cuál es la que tiene la otra persona, pues si esta motivación es bidireccional las dos personas terminarán exponiendo sus argumentos, abriendo su mente y comprendiendo al otro, terminando así el diálogo con un aprendizaje. Sin embargo, si esa motivación no está en alguno de los dos será difícil llegar a un acuerdo y el estrés, la tensión y el malestar prevalecerán y aumentarán.


Por último en este sentido, ser selectivos es siempre una virtud que nos puede ayudar, en este caso la virtud de saber elegir cómo y con quién discrepamos puede proteger algo tan valioso e innegociable como nuestra paz interior.

 

Empatía

Como he dicho anteriormente  a veces, “ es mejor estar en paz que tener la razón” pero otras muchas merece la pena tener esa discusión, comprender al otro y construir lazos.

Para ello, es imprescindible contar con la capacidad de ser empáticos.


¿Pero qué es la empatía y para qué sirve?

La empatía es la capacidad de ponerse en el lugar del otro, entenderlo y comprenderlo en la medida de lo posible.

 

¿Pero todas las personas son empáticas?

No, no todas las personas son empáticas ni todas las que lo son ejercitan su capacidad de serlo.

 

¿Para qué sirve la empatía?

La empatía favorece la conexión entre dos personas, que uno pueda pensar, reflexionar, sentir, escuchar las emociones del otro, que no sólo esté centrado en sus necesidades.

Cuando uno tiene empatía cero no es capaz de darse cuenta de cuándo produce algún daño en otras personas, no es capaz de reconocer el sufrimiento en el otro, mucho menos de acompañarlo o entenderlo y tampoco de preveer situaciones dolorosas.

Sin embargo, si una persona trabaja la empatía y se ejercita para aprender a ponerse en el lugar del otro, la realidad es que se establecen lazos duraderos y más profundos entre ambos ya que la empatía permite comprender al otro, escucharle plenamente, entenderle y hacerle sentir mejor cuando está desbordado emocionalmente.

Además, permite conectar a nivel más profundo pues genera confianza ya que facilita que una persona pueda abrir sus sentimientos a alguien ajeno.

 Incluso una buena empatía facilita que puedas acceder a determinados puestos laborales donde si no eres capaz de sobrecogerte ante ciertas circunstancias, si no entiendes el dolor en los demás y tienes la habilidad de comunicar malas noticias con positividad (cuando es posible) quién va a desempeñarlos si no es alguien a quien todo eso le toca de cerca.

 


De esta forma, en este post que hemos hablado de nuestro nivel de intolerancia hacia actitudes de los demás, lo importante no es sólo descubrir aquello que nos irrita en ellos y nos lleva a discusiones sino saber desde qué posición una discusión merece la pena o no y por qué es tan importante ser empático no ya para afrontar discrepancias con mayor posibilidad de éxito o librarnos de aquellas que perturban nuestra paz, sino para favorecer la comprensión de todo lo que nos rodea de una forma mucho más sencilla y humana.

 

Sin más me despedido deseándoos una feliz Semana Santa y un merecido descanso para todos.



 

 

Hasta pronto.

 

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